La biomasa es la energía solar convertida por la vegetación en materia orgánica; esa energía la podemos recuperar por combustión directa o transformando la materia orgánica en otros combustibles.
Se distinguen varios tipos de biomasa, según la procedencia de las sustancias empleadas, como la biomasa vegetal, relacionada con las plantas en general (troncos, ramas, tallos, frutos, restos y residuos vegetales, etc.); y la biomasa animal, obtenida a partir de sustancias de origen animal (grasas, restos, excrementos, etc.).
La energía contenida en la biomasa seca es más fácil de aprovechar, mediante procesos termoquímicos como la combustión, la pirolisis o la gasificación. El rendimiento energético obtenido suele ser alto.
Uno de los usos a nivel doméstico e industrial más extendidos de la biomasa la fabricación de pellets. Estos cilindros, fabricados con biomasa compactada cuentan con una alta densidad energética. Se calcula que unos dos kilos de pellets equivalen aproximadamente a un litro de gasóleo.
Teniendo en cuenta que un kilo de pellets cuesta aproximadamente un 70% menos que un litro de gasóleo, obtenemos que el uso de pellets frente al gasóleo es aproximadamente un 35% más económico.